Hemos comenzado un nuevo ciclo en esta oficial – no oficial – década de los 20. Para fines creativos y de estándar en lo que vivimos con calendarios de actividades, para mí 2020 sí es el inicio de una nueva era para la humanidad.
La música es un campo increíble. Desde hace 15 años, con la notoria explosión de plataformas como YouTube, hemos encontrado una gran cantidad de artistas que tienen oportunidad de expresar su voz, talento instrumental y la habilidad de crear sonidos a través de las tantas herramientas que existen hoy en día. El ser humano siempre ha sido muy inquieto desde que se ha documentado los primeros instrumentos musicales. Nos gusta estar rodeado de algo más allá de nuestras voces y hoy, del sonido de la Ciudad (patrullas, camiones, alarmas, construcciones). Es la música uno de los mundos más maravillosos que existen para fugarnos y conectar con nuestras emociones.
Desde hace siglos, el papel de la música ha sido un símbolo de emocionarse. Nos gusta escucharla para sentirnos bien, pero también para sentirnos mal. ¿Cuándo no han llorado con una canción que les recuerda a una situación con otra persona? Recuerdo mucho un maestro de Iluminación Teatral que tuve en la preparatoria, que nos decía, “lo peor que pueden hacer es asociar a una persona con una canción, porque sabes que ahí ya dejaste de tener poder sobre tu canción”. Cuánta razón ha tenido hasta la fecha.
Quienes hoy son creadores de música, en sí lo hacen por muchas razones, no todos por la misma. Hay quienes estudian la composición de la misma como una manera de darle estructura a sus ideas y ejecutar la propuesta en escena, pero también quienes lo hacen para sólo ejecutarla en un estudio, habitación o para pocas personas. Otros crean canciones para contar historias de lo que sucede en el día con día, en el plano amoroso, profesional, en un viaje, entre amigos, y no necesariamente requieren siempre de letras para hacernos sentir estas historias. Por otra parte están quienes son increíbles creadores de música con el simple propósito de venderla. Me acuerdo mucho en la Universidad haber tenido un taller con un profesor que nos presumía con mucho orgullo su estudio y decía, “esto, lo ha pagado los jingles que he hecho para comerciales”. Muy Charlie Sheen si entienden la referencia. El símil entre el personaje televisivo y nuestro profesor está en que hacen música para marcas que necesitan frases que estén acompañadas de música para que la gente tenga a los productos en su cabeza, tal y como las mejores canciones del momento.
Estos son algunos ejemplos que nos han rodeado en México pero en cada país, hay gente muy inteligente que sabe crear lo propio. A mí uno de los que más me agarró por sorpresa fue para una campaña política que un partido contrató a un productor musical para hacer una de las canciones más pegajosas del otoño:
A la fecha esta canción trae 38 millones de reproducciones en YouTube y casi 8 millones en Spotify. En contexto, hay canciones de alguien como Martin Garrix que no tiene estos números. El sueño de cualquier político: estar en la cabeza de todos y que su mensaje penetre a millones de personas. Si bien es probable que todos estos millones no sólo sean de su país natal, sino por el hype que ocurrió alrededor de la canción también hayan personas que llegaron de otros países, imagínense el impacto que hay de fondo que una canción como esta triunfe. A mí me fascina como tal el tema, incluso hay remixes no oficiales a la misma que traen muchísima creatividad, y todo, por el gran furor que provoca algo que nos gusta a todos.
Es muy complicado para las personas en general desasociar una canción que trae intenciones de venta y otra que está hecha por el simple hecho de ser música como tal. Esta es una de las más grandes problemáticas que existen en el mundo de la creatividad: hasta qué punto uno puede gozar de algo sin que tenga fines de lucro y cuando los tiene, hasta dónde puede uno exprimir el producto a costa del gusto. Es un tanto lo que ocurre con el arte visual cuando crean obras que intentan irrumpir el pensamiento de las culturas y de pronto alguien les quiere sacar provecho porque ven que hacen eco en las personas. En un caso popular, el famoso Bansky sufre mucho de esto dado el gran impacto que tienen sus obras que crean furor en donde son plasmadas y eso hace que hayan compañías, literal, personas que se organizan para extraer esa manifestación y lucrar con ella, aún cuando el artista mismo repudia que se haga, en tanto porque no lo hace por el dinero y por otra parte porque a él no le toca nada de estas ventas.
En las ramas que se han creado dentro de la enorme industria del entretenimiento, desde hace muchos años se acuñó el término de, Music Business (Negocio Musical), que engloba a toda la comunidad de creadores y empresarios que sacan provecho de las obras que son creadas. Todo artista quiere vivir de su arte y en el 90% de los casos, el artista no es la mejor persona para ponerle precio a su obra. La falta de parámetros y la subjetividad que tienen estas creaciones, hacen que quien más beneficio económico saque, sea quien mejor pueda vender las ideas que transmite el producto más que la esencia del mismo. Esto se ha vuelto una simbiosis entre los creadores y los empresarios. Unos dependen del otro siempre y cuando se quiera obtener una remuneración por lo creado. En caso contrario, si el artista no quiere ganar dinero por lo que está haciendo y sólo lo quiere exponer, no necesitará nunca del empresario e incluso podrá continuar sus obras a beneficio de quienes lo tomen, aunque esto a veces signifique llegar a crear un halo de popularidad como el de Bansky y siga existiendo quienes lucren de las imágenes u obras creadas. Cuántas veces no han visto una gran cantidad de mercancía hecha alrededor de obras populares pero que es dinero que jamás llegará a los creadores.
Como artista se debe tener muy en claro la finalidad de su creación y el por qué se le quiere manifestar. Hay quienes sobre el proceso aprenden que gustan de lucrar con lo que hacen, pero a muchos esto no les gusta. No se trata de que esté un camino bien y el otro mal, son maneras de construir caminos en el mundo y la única forma de saber si te gusta que ocurra alguno de estos, es tener claras las reglas del juego.
Trino Treviño – @trinodj